Aladdin (Aladín)
De esas raras ocasiones en que se sale del cine aún tarareando los temas de las piezas musicales. Así es como se sabe que la película no solo funcionó, sino que se quedará para siempre como parte de la cultura popular, para atacar nuestra nostalgia al paso de los años, y para guardarle celo cuando se le quiere mancillar en aras de darle un innecesario barniz de contemporaneidad.
El joven Aladdin, un chico de arrabal que gana el día a día en las calles de Agrabah hurtando a todo el que se distraiga, en un buen día se presenta ante la oportunidad de tener todo lo que siempre ha querido gracias al hallazgo de una lámpara maravillosa en cuyo interior reside un genio con la facultad de cumplir tres deseos.
Vaya que le apostaron a lo grande con esta producción, desde la inclusión de algunas técnicas de animación que ya combinan el tradicional dibujo a mano con modernas gráficas computacionales que producen una maravilla visual, pasando por lo bien ensamblado de sus números musicales que son toda una delicia; que, como se comentó al principio, terminan por quedarse en el subconsiente.
Las princesas de hoy día, por otro lado, ya no son totalmente desprovistas de autonomía y criterio propio. La princesa Jasmine (Jasmín) tiene voz y coraje… sin requerir siquiera de un testarudo número musical que rompa el ritmo de la película, en un exagerado intento por marcar «empowerment» donde no se necesita. Ella sabe lo que quiere y lo que no, y esa sola característica es la piedra angular que ayuda a nuestro héroe a comprender la principal lección de la historia: que el verdadero valor está dentro de un mismo.
En esta historia es también el villano merecedor de mención, ya que sus ambiciones de poder son las que dan arranque a la cadena de situaciones que dan a los demás protagonistas la sacudida que los saca de sus nubes de confort. Y es de admirar que es capaz de ajustar su estrategia acorde a las circunstancias, y no se empecina con un inexplicable ansia de invadir una nación vecina, o con controlar (de nuevo, innecesariamente) el ímpetu libertario de la princesa.
En resumen, Aladdin es una gran película de animación cuyo formato es más que natural para ser contada de esta manera y pasar al anaquel de los Clásicos; dejando la vara alta, si se quisiera re-editar.
¿Recomendable? Sí. Es todo un despliegue de creatividad visual y números musicales insuperables.
¿Memorable? Definitivamente. Tan solo por el personaje del Genio, que se lleva toda la película.
¿Trascendente? Tanto como para que en un futuro deba respetarse el legado que deja y no pretender que el rayo puede caer dos veces en el mismo lugar. No lo hagan.